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Investigadores del IIS La Fe concluyen que una excesiva empatía emocional impide a los niños con autismo comunicarse con el mundo
Un artículo publicado recientemente en Research in Developmental Disabilities por investigadores del IIS La Fe, concluye que el autismo no se caracteriza por la falta de empatía, sino por un exceso de sensibilidad hacia las emociones de los demás.
Se trata de un cambio de paradigma a la hora de entender los problemas que tienen los niños con autismo para comunicarse con el mundo y que pone el acento en las emociones y no en la conducta, como se ha venido estudiando en los 20 últimos años. Con los datos y experiencias analizados en la investigación, se llega a la conclusión de que el retraimiento y el ensimismamiento de los niños con autismo sería su manera de protegerse ante un entorno emocionalmente abrumador. Una postura que dignifica los trastornos del espectro del autista (TEA), ya que estarían caracterizados por un exceso de sensibilidad hacia las emociones y no por un defecto.
La autora del artículo Communication deficits and avoidance of angry faces in children with autism spectrum disorder, la doctora en Psicología Clínica, Ana García-Blanco, junto al equipo del Grupo de Investigación de Perinatología del IIS La Fe y el Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitari i Politècnic La Fe, evaluó a un grupo de 30 niños y niñas (entre 6 y 18 años) con TEA y a otro grupo de 30 sin el trastorno. Mediante una tarea informatizada, se presentaron expresiones faciales de tristeza, alegría, enfado y neutras y se evaluó el modo en el que los niños atendían a estos rostros. Las tareas informatizadas permiten cuantificar las preferencias atencionales de forma indirecta, un aspecto relevante para los niños con trastorno del espectro autista ya que no es necesario que verbalicen ninguna información personal, opinión o valoración, tan solo han de responder a determinados estímulos cuidadosamente seleccionados para activar las preferencias atencionales específicas en su problema. De esta manera se evalúa la precisión y la velocidad en la respuesta, así como la conducta ocular y otras medidas fisiológicas obtenidas durante la realización de la tarea.
De la conducta a la emoción
Los resultados mostraron que los rostros con carga emocional captaban la atención de todos los niños, independientemente de si presentaban un TEA o no. Sin embargo, cuando los niños con TEA eran capaces de ejercer control sobre su atención, preferían evitar los rostros enfadados porque les generaban gran malestar. Esta tendencia a evitar los rostros enfadados se asoció con los problemas de comunicación social que presentan estos niños.
Las emociones captan la atención de los niños con TEA de manera similar a los niños sin el trastorno. Sin embargo, tan pronto como identifican una emoción estresante, los niños con TEA tienden a evitarla para calmar el malestar que sienten. Estas peculiaridades a la hora de atender y procesar las emociones podrían ser un mecanismo subyacente a los problemas de comunicación social que presentan estos niños y contradicen la tesis habitual que considera que la conducta y los problemas cognitivos son el obstáculo que dificulta la comunicación de los niños con autismo.
Los trastornos del espectro autista son considerados alteraciones del neurodesarrollo que pueden provocar problemas de interacción social, comunicacionales y conductuales significativos. Hasta ahora, se ha tratado de modificar las conductas sociales atípicas de los niños con autismo, cuyo origen se pensaba que estaba en una falta de empatía. El estudio publicado por investigadores del IIS La Fe en la prestigiosa revista científica de cuartil 1 Research in Developmental Disabilities, demuestra lo contrario: que los niños con autismo tienen una excesiva empatía cuando atienden las emociones de los demás y es, precisamente, esta vivencia abrumadora lo que les lleva al retraimiento y les impide comunicarse.
Communication deficits and avoidance of angry faces in children with autism spectrum disorder. Ana García-Blanco, Concepción López-Soler, Máximo Vento, María Carmen García-Blanco, Belén Gago, Manuel Perea. https://doi.org/10.1016/j.ridd.2017.02.002